Hoy, veintinueve de diciembre de 2008, justo veinticinco años después del instante de mi nacimiento, estrenamos el segundo capítulo de Malviviendo.
Cuando mi madre me dio a luz, solo era uno de esos recién nacidos arrugados a los que la gente se empeña en llamar bonitos. Me dio una educación y comida suficiente para convertirme en víctima de pellizcos de mofletes hasta que se me llenaron de granos. Me dio cariño, consejo y lo más importante: la posibilidad de escoger mi camino. Tropiezos, pasos, cambio de voz, acné… todo siguió su curso natural. Los días eran el viento que pasaba las páginas de un catálogo de niñas, música, cine, estudios, amigos… yo simplemente señalaba lo que me gustaba, siendo responsable directo de mis éxitos y fracasos. Ser dueño de uno mismo y de sus pasos es mi definición de libertad.
Un mes más tarde de estrenar el primer capítulo de la serie, de cosechar un éxito tan grato como inesperado, de ser aplaudido y criticado, de ser entrevistado y reconocido por la calle, de ser más víctima que nunca de mis viejos sueños; estrenamos el segundo episodio. Estoy nervioso. Hoy, las cosas no dependen de mí sino de todos los que volváis a mirar qué hay de nuevo en la (nueva) página. Espero que os guste.
Hacer éste segundo episodio nos ha servido para saber que todos los que vengan serán igual de complicados que el primero. Pero hacer el primero y ver cómo ha funcionado nos ha dado fuerzas para seguir incluso aligerando el paso.
El motivo de haber empezado con buen pie es que somos buenos amigos a la vez que un buen equipo de trabajo. Siempre se ha dicho que no se deberían mezclar el trabajo y la amistad. Personalmente opino que es mucho más importante trabajar a gusto. Me siento arropado por titanes y es una sensación que compartimos todos.
A 2000km de mi despacho habitual os deseo un feliz año nuevo… es lo que pega, ¿no?